Famoso pianista dejó todo ¡y se volvió rarámuri!

Famoso pianista dejó todo ¡y se volvió rarámuri!

Reinventó su vida.

Famoso pianista dejó todo ¡y se volvió rarámuri!

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ENRIQUE ORDÓÑEZ

Reinventó su vida.
ENRIQUE ORDÓÑEZ

“Aquí hallé el ‘paraíso’ y ellos me adoptaron como hermano”

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Romayne Wheeler es un pianista estadounidense, que vivía en Viena, Austria, y hace 37 años descubrió lo que él llama el paraíso, la Sierra Tarahumara, por eso en 1992 decidió abandonar su hogar y puso su piano en el precipicio de la barranca Nido del Águila para quedarse a vivir con los rarámuris, adoptar su forma de vida y destinar los recursos que gana de sus conciertos a las 480 familias y sus 46 ahijados de esa comunidad chihuahuense.

-¿Por qué quiso dedicarse a la música?

“Fue porque mi mamá era maestra de piano para niños. Los primeros recuerdos de mi infancia son una baraja de notas. Antes de las letras, comencé con la música. Mi papá la escribía como hobby, fue mi primer maestro de composición, y mi mamá de piano.

-¿Cómo conoció la Sierra Tarahumara?

“Tenía 16 años cuando hubo un proyecto para hacer una clínica para los yaquis, entonces pude volar y acompañar a los doctores que llevaban y traían a los pacientes de la Sierra. Después volví a México a estudiar la música indígena y me quedaba cada año por dos meses, entre 1980 y 1992, en una cueva con una familia rarámuri”.

-¿Qué lo motivo a quedarse a vivir aquí?
“Pues yo vivía solo, no tengo hijos ni pareja, y mi mejor amigo en California tuvo un cáncer terminal, le daban pocos días de vida, eso me sacudió y dije: ‘ya no voy a decir mañana’, así que di el brinco de locura. Cada vez me encantaba más la Sierra Tarahumara, nací en California, pero viví 36 años en Viena, Austria, fui allá no nada más por el gozo de la música, me encantaba la montaña, pues ahí la música fluye mejor”.

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-¿De qué forma llegó su piano hasta la montaña?
“Por transporte normal de instrumentos a la montaña, pero del altiplano había que pasarlo por un camino de terracería, tardó 28 horas para llegar al último pueblo, con dos toneladas de papas de cada lado, para que no se cayera, con eso le pagamos a los cargadores, que eran 28 rarámuris. Además, a cambio de un concierto, la empresa de un español me puso mi casa en 12 días; es una belleza, porque parece que estás colgado en el espacio”.

-¿Le fue difícil adaptarse?
“No, sentí que era regresar a los inicios de la humanidad, los rarámuris tienen otros valores, como compartir, el respeto a la madre Tierra, la educación de los niños; allá nunca se les alza la voz ni se les pega, nada más se les explica. Para mí era como llegar al paraíso”.

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