Julio Preciado confiesa pasajes oscuros y triunfos de su vida

Hablar con Julio Preciado es conocer a un hombre de familia, con 45 años de
edad y un origen trabajador.
Con fama de buen anfitrión, ‘El Gigante de la Banda’ nos abrió las puertas de su casa y su corazón, y por primera vez nos dice cómo fueron esos días en que perdió un poco la sonrisa que tanto le caracteriza y cómo fueron esos momentos en los que tocó fondo.
¿Cómo estás, Julio?, ¿cómo te ha tratado ‘La Academia’?
Bien, gracias a Dios. Es un formato muy bueno, estoy contento por pertenecer a esta producción y sobre todo a la educación vocal de estos chicos que están luchando por alcanzar sus sueños”.
-¿Te llegaste a imaginar como juez?
La verdad, no, pero ahora estoy feliz, aprendiendo también de los chavos y de esa hambre que tienen por conseguir lo que quieren; ya sabes, son cosas que a veces se nos olvidan”.
-¿Tú también empezaste con hambre en el medio artístico?
Yo comencé a cantar en una discotheque, trabajaba de mesero y a las 12 de la noche me quitaba el uniforme, me ponía un traje y a cantar. La disco ya tenía micrófonos inalámbricos que en aquel tiempo eran lo máximo; me acuerdo que me ponían pistas de mariachi, viejitas, tipo Javier Solís y así, o canciones de Jorge Muñiz y Juan Gabriel, y las típicas del mariachi. Recuerdo que ahí quedaron de pagarme y nunca me dieron un peso. La gente buena onda veía que yo era de los meseros y me alivianaban con las propinas”.
-¿Estudiaste alguna profesión o siempre quisiste dedicarte a la música?
Estudié Comunicación, pero bueno, tenía tantas ganas de trabajar que ya no terminé la carrera. La verdad, al principio mi sueño era cantar baladas, al puro estilo de José José, pero finalmente el destino me llevó por otro lado”.
-¿Cómo llegas a El Recodo?
Estuve en grupos locales, y un día me buscaron de Banda Tiburón, estuve ahí un rato, y me fui a Banda Limón; de ahí a El Recodo, donde estuve casi siete años y grabamos ocho discos”.
-¿Eres ahorrador, para esas veces que no te va bien?
La verdad es que nunca he sido despilfarrador. Como todos, tengo mi pasado oscuro para momentos negativos, y bueno, creo que por ese lado estoy bien”.
-¿Cómo topas con pared?
De pronto me vi rodeado de gente que me decía que estaba siempre muy bien, yo los llamo amigochos, esos amigos que te invitan al relajo, que te pierden y que sólo te utilizan. Ahora te puedo decir que mis amigos ya no son muchos, y los puedo contar con una sola mano. Antes eran amigos de borrachera y, pues, eso me perdió”.
-¿Caíste en adicciones?
Sí, porque estas personas te llevan al abuso del alcohol, a probar droga y me acuerdo que yo hasta les daba dinero para que ellos lo llevaran a su casa, pero se quedaran conmigo a seguir la fiesta”.
-¿En esas fiestas te clavaste en esos excesos?
Así es, porque como todos, empiezas probando y luego te estacionas y crees que puedes hacerlo sin perjudicarte. A mí me queda claro que quien dice que no ha probado las drogas es uno en un millón; de los que estamos en este medio, lamentablemente, son muy pocos los que te dicen que no las han probado; es hacerse pen... tú solo”.
-¿Cómo te recuperas de todas estas adicciones?
Un día me cansé; hace como cinco años, fui con unos amigos que tienen un grupo de autoayuda y no te dan medicamento, sólo es de conciencia. A mí me ayudó mucho, la verdad, nunca luché por dejarla, nunca fui un adicto”.
Julio, ¿te arrepientes de la vida que has llevado?
No me arrepiento de absolutamente nada, si volviera a nacer volvería a hacer todo igual, porque es parte de mi vida, y justo de ahí aprendí”, concluyó.
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