Revelan terribles detalles sobre esclavas sexuales en la época nazi
Algunas preferían ejercer la prostitucuón a trabajar en los campos de concentración.

Revelan vida de prostitutas en los campos de concentración nazi.
/Especial
La prostitución ha existido desde hace miles de años, ha sido una actividad que ha la fecha no tiene una regulación y que sigue siendo mal vista.
Sin embargo, hay una época en la historia en dónde el tema siempre se guardo como un capítulo secreto y fue hasta que el historiador Robert Sommer comenzó a dedicarse al estudio de ese pasado oscuro, que este salió a la luz.
En la época de la Alemania nazi hubo un grupo de víctimas a las cuales sus derechos se les fueron negados y a hasta la fecha no les han sido restaurados.
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Se trata de las mujeres que trabajaban como esclavas sexuales en las llamadas instituciones especiales, es decir, los burdeles de los campos de concentración.
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Sommer descubrió que durante la Segunda Guerra Mundial, dichos burdeles no sólo dieron servicio a los soldados de la Wehrmacht, sino también a prisioneros de los campos de concentración que participaban en diversas obras.
Algunos líderes de los campos protegían e incluso les pagaban un pequeño salario a prisioneros que tenían buena conducta y ejecutaban un buen trabajo.
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Los presos podían gastar su dinero en comida, cigarrillos o el burdel, aunque sólo tenían 15 minutos para satisfacer sus necesidades sexuales, en un horario de 19 a 22 horas y sólo en posición de misionero.
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Aproximadamente hubo 210 mujeres que brindaron servicios sexuales en los campos de Buchenwald, Dachau, Sachsenhausen y Auschwitz.
Algunas eran verdaderas prostitutas, pero ellas trabajaban exclusivamente para los militares, mientras que para los prisioneros seleccionaban a mujeres de los campos Ravensbrück y Auschwitz-Birkenau.
Las prisioneras seleccionadas tenían entre 17 y 35 años, muchas de ellas eran obligadas debido a su comportamiento antisocial o a la evasión del pago en trabajo, y algunas otras accedían voluntariamente a esta ocupación.
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Los líderes de los campamentos temían por que hubiera brotes de enfermedades de transmisión sexual, por lo que otorgaban revisiones médicas regulares a todas las trabajadoras.
En cuanto a los embarazos, la cosa era más fácil, pues la mayoría de las mujeres perdían su función reproductiva por tanto trabajo, y si alguna quedaba embarazada, la regresaban al campo de concentración a hacerle un legrado.
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Cuando el nazismo cayó, las sexoservidoras que trabajaban en esas instituciones especiales, fueron olvidadas, ya que no se consideraban formalmente presas de los campos.
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Además, por la vergüenza, la mayoría de estas mujeres permanecieron en silencio sobre su pasado y por lo mismo, ninguna recibió compensación alguna.
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KP