¡Vivir de la muerte: maquillista de cadáveres!

Un hombre muerto, con moretones en el pómulo izquierdo, yace dentro de un cuarto de dos metros por cuatro, en espera de que le ‘devuelvan’ la apariencia que tenía antes de fallecer; eso será el recuerdo para los familiares de la persona en cuestión. En eso, ingresa al cuarto Armando Robles, de 38 años, uno de los maquillistas de cadáveres que laboran en el Instituto de Ciencias Forenses, quien nos contó que en este trabajo encontró su vocación.

-Con el maquillaje, parece que los difuntos están dormidos...
“Sí, lo importante es que los cuerpos tengan buen aspecto, como si estuvieran reposando tranquilamente”.

-De tu trabajo, ¿qué es lo que te agrada?

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Me gusta dejarlos muy bien, para disminuir el sufrimiento de los familiares. Es mejor que el último recuerdo que se van a llevar sea bueno”.

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-¿Cuál ha sido tu mejor experiencia?
“Un día llegó una señora que presentaba 200 heridas, muchas de ellas en la cara; en esa ocasión, suturé y maquillé cada una, hasta que el rostro parecía no tener lesiones. Después de hacer mi trabajo, una persona pidió hablar conmigo, al verme me abrazó muy fuerte, y me dijo: ‘me la regresaste a la vida’. Y es que reconoció a su mamá con las heridas, y cuando se fue de aquí, ya no se le veían; tratamos de reconstruir los cuerpos lo mejor posible, pero no siempre es fácil; me dio mucho gusto que me felicitaran”.

-¿Y cómo es tu trato con los cuerpos?
“Aquí, todos tratamos con respeto a los muertos, porque a final de cuentas algún día nos va a tocar a nosotros, y no me gustaría que trataran mal a mi familia”.

-¿Qué piensas de la muerte?
“No estoy sugestionado, pero pongo más atención en la calle. Este trabajo me ha hecho reflexionar; si voy en el transporte y me asaltan, doy mis cosas, porque éstas van y vienen, pero la vida ya no”, finalizó.