Con una jeringa extrae un poco de aceite de cocina, vierte un chorrito en cada visagra, asegúrate de que caiga perfectamente a los costados y... ¡listo!, no volverás a escuchar ese sonido desagradable.
Con una jeringa extrae un poco de aceite de cocina, vierte un chorrito en cada visagra, asegúrate de que caiga perfectamente a los costados y... ¡listo!, no volverás a escuchar ese sonido desagradable.