¿Juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles?
El pájaro insistió en un curso de vuelo. El pez, en la natación. La ardilla creía que enseñar a subir en perpendicular a los árboles era fundamental. El conejo quería que se incluyera también la carrera.
Y así siguieron los demás animales, sin saber que cometían un gran error. Pero todas las sugerencias fueron aprobadas y era obligatorio que todos los animales las practicaran.
Al día siguiente, pusieron en práctica el programa de estudios. Al principio, el conejo salió magníficamente en la carrera; nadie corría como él.
Todos tenemos habilidades diferentes:
Sin embargo, las dificultades y los problemas empezaron cuando el conejo quiso aprender a volar. Lo pusieron en la rama de un árbol y le ordenaron que saltara y volara. El conejo saltó, y el golpe fue tan grande, que se rompió las dos piernas. No aprendió a volar y no pudo seguir corriendo como antes.
Al pájaro, que volaba como nadie, le obligaron a excavar agujeros como a un topo, pero no lo consiguió y acabó rompiendo su pico y sus alas, quedando días sin poder volar.
La misma situación la vivieron un pez, una ardilla y un perro, que no pudieron volar y todos salieron heridos. Al final, la escuela tuvo que cerrar.
¿Y saben por qué? Porque los animales llegaron a la conclusión de que todos somos diferentes. Cada uno tiene sus virtudes y también sus debilidades.
Un gato jamás ladrará como un perro o nadará como un pez.
Cuando nos comparamos con otros, estamos olvidando que somos diferentes. Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, pensará toda la vida que es un inútil. Todos tenemos habilidades diferentes, así que no debemos compararnos con los demás.