Muere fotógrafo del Che Guevara y leyenda del fotoperiodismo mexicano a los 91 años
El lente que capturó la historia de América Latina se apagó. Rodrigo Moya, el fotógrafo que inmortalizó al Che Guevara y documentó las luchas sociales del siglo XX, falleció a los 91 años.

El mundo del fotoperiodismo lamenta la pérdida de Rodrigo Moya fotógrafo del Che Guevara.
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El mundo del fotoperiodismo despide a Rodrigo Moya, un cronista visual imprescindible de América Latina que muere a los 91 años. Su legado va más allá de la lente: retrató las luchas sociales del siglo XX con una mirada comprometida, crítica y profundamente humana.
Aunque su obra abarcó múltiples países y contextos, uno de sus disparos más icónicos fue el retrato que hizo a Ernesto “Che” Guevara en 1964. Años más tarde, Moya confesaría que no lo valoró en su momento, pero terminó convirtiéndose en una imagen histórica. ¿Qué más marcó su carrera y por qué su muerte ha conmovido tanto?
¿De qué murió Rodrigo Moya, el fotógrafo del Che Guevara?
Rodrigo Moya, fotógrafo del Che Guevara y cronista visual de las luchas sociales en América Latina, murió este 30 de julio a los 91 años. Aunque nació en Medellín, Colombia, adoptó México como su hogar desde 1934 y se convirtió en una figura clave del fotoperiodismo documental latinoamericano.
Su muerte fue confirmada por su hijo, Pablo Moya, quien lo describió como un “fotógrafo ético y comprometido con la verdad histórica”. Aunque no se ha revelado la causa oficial del fallecimiento, se sabe que el artista llevaba años enfrentando una enfermedad. Pasó sus últimos días en Cuernavaca, Morelos, acompañado por su esposa y colaboradora de toda la vida, la diseñadora Susan Flaherty.
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¿Quién fue Rodrigo Moya y por qué es tan importante en la fotografía mexicana?
Rodrigo Moya no solo fue el fotógrafo del Che Guevara, sino también una figura esencial del fotoperiodismo en México y América Latina. Adoptó México como su país en 1934 y desde entonces, construyó una carrera imponente que dejó más de 40 mil negativos, hoy considerados patrimonio documental por instituciones culturales.
Su archivo es una cápsula del tiempo que abarca desde los barrios más pobres de México hasta escenas de la Revolución Cubana, conflictos en Colombia y momentos íntimos de líderes sociales y políticos. No fue solo un testigo; fue parte del proceso social que decidió registrar.
Además de fotógrafo, fue editor, escritor y fundador de la revista Técnica Pesquera, donde combinó su activismo visual con el periodismo escrito. En los años 90, incursionó exitosamente en la literatura, ganando el Premio Nacional de Cuento INBA por Cuentos para leer junto al mar.
Desde 1998, mientras reconstruía su archivo fotográfico desde su refugio en Cuernavaca. Rodrigo Moya emprendió junto a su esposa y cómplice de toda la vida, la diseñadora estadounidense Susan Flaherty, una travesía intensa para rescatar su memoria visual; ella no solo fue su compañera sentimental durante más de cuatro décadas, sino también su aliada clave en esta misión que culminó en 2022 con la publicación del libro Rodrigo Moya: México, donde el legendario fotógrafo no solo compartió imágenes que capturan el alma del país, sino que también soltó una frase que lo dice todo y que parece sacada de una película de ciencia ficción: “Descubrí mi propia máquina del tiempo”.
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¿Qué hizo famosa la fotografía “Che melancólico” de Rodrigo Moya?
Rodrigo Moya captó una de las imágenes más poderosas de Ernesto “Che” Guevara durante las celebraciones de la Revolución Cubana en 1964. La fotografía, conocida como “Che melancólico”, forma parte de una serie de 19 imágenes que capturó en La Habana bajo condiciones difíciles. En ella, el Che aparece con una expresión introspectiva, casi vulnerable, lejos del típico retrato heroico.
Ese retrato dio la vuelta al mundo, consolidando a Moya como un artista visual capaz de mostrar al hombre detrás del ícono. Su talento técnico, sumado a una sensibilidad social profunda, le valió exposiciones en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y la Fundación Cartier de París.
Luego de la muerte de Guevara en 1968, Moya se distanció del fotoperiodismo activo. Reconoció que su esperanza de que las guerrillas cambiaran el mundo se fue desvaneciendo. Su decisión no fue por miedo ni por cansancio, sino por una honestidad brutal: “El romanticismo revolucionario ya no me alcanzaba”, declaró alguna vez.