Alfredo Adame busca a sus hijos para hacer las paces

Fue el año pasado cuando Alfredo Adame, de 62, decidió terminar abrúptamente la relación que mantenía con los hijos que tuvo con Mary Paz Banquells: Diego, de 29, Alejandro, de 27, y Sebastián, de 21; sin embargo, hace unos días el actor nos reveló que es un hombre nuevo y que ha decidido dejar en el pasado todos los problemas que tuvo con ellos, y que ahora, más que nunca, está dispuesto a reencontrarse con los tres.

“Todo igual; y no, no los he buscado todavía, pues yo no tengo cargo de conciencia ni arrepentimiento, nunca les hice nada”.

“Si yo hubiera hecho algo para dañar la relación o si hubiera sido un mal padre, ya los hubiera buscado, pero no hice nada, entonces no siento la necesidad. Si tarde o temprano les cae el veinte a ellos y quieren hablar conmigo, aquí está su papá”.

“No sé, ni siquiera quiero que me pidan una disculpa. Dije que no los quería volver a ver, pero no es para tanto, estaba muy enojado en ese momento; sólo espero que recapaciten, y si no, pues ya ni modo, así seguirá la cosa hasta que me muera”.

“¿Cuál homofobia?, lo que se está diciendo no es real; cuando él me habló de su preferencia sexual, lo recibí, lo acepté y él sabe que yo no soy homofóbico y que nunca me he expresado mal, ¿de dónde sacó eso? Son inventos”.

“La mamá estuvo conspirando para echar a mis hijos en mi contra, les metió cosas en la cabeza; yo lo único que le dije a Sebastián fue que no diera entrevistas porque lo iban a usar para el morbo. No soy homófobo, tengo mil amigos homosexuales, lesbianas, católicos, judíos, de todo; yo soy amigo de todo mundo”.

“Claro, a los tres los extraño, pero estoy bien convencido de mi posición, porque yo no provoqué esto; Diego se inventó un rollo de la nada y entonces vino, me faltó al respeto, lo corrí y no volví a hablar con él. Los otros dos siguieron a favor de la mamá y todo esto es obra de Mary Paz, ella sólo quiere garantizar que se encarguen de ella: Diego tiene 29, Alejandro 27 y Sebastián 21, y siguen viviendo con ella, no los deja hacer su vida; yo a los 17 ya me había ido de mi casa. Los retiene para que se encarguen de ella, ésa es la historia”.

“Pues eso, que son mis hijos. Yo creo que fui el mejor amigo de ellos siempre, fui su compañero, su motivador, su apoyo, todo; que de repente tenga que andar mendigando cariño y me dejaran solo como un perro, no me gustó, no creo que sea así la cosa”.

“No tengo arrepentimientos ni cargos de conciencia, no tengo por qué agachar la cabeza de absolutamente nada de lo que hice con estos muchachos. En primer lugar les di la vida; en segundo lugar les di amor, cariño, respeto, riqueza, todo lo mejor, fui el mejor padre y proveedor, por eso no tengo arrepentimiento; si yo la hubiera regado, pues bueno, lo hago y yo ya estaría con mis hijos, pero no fui el culpable”.

“No, ya te comenté que yo no les voy a ofrecer ninguna disculpa ni los voy a buscar; el día que les caiga el veinte a ellos, que me busquen y ya volvemos a ser amigos, como deben ser padre e hijos”.

-¿A un acercamiento sí estás dispuesto?
“Sí, no tengo problema, nada más que ya cambié las condiciones: si me van a buscar, no es para que sea su chequera o su banco, porque fueron años de sólo estarme sacando dinero; si quieren mi apoyo, primero me tienen que demostrar que me quieren como padre”.

-¿Dejas abiertas las puertas de tu casa y de tu corazón para ellos?
“Claro, totalmente, para la relación padre e hijo nada más; si quieren hablar conmigo, las puertas de mi casa están abiertas, nada más vienen y hablamos sin rencores, sin que me pidan perdón, sin absolutamente nada, quiero darme cuenta de que ya no están siendo influenciados o manipulados por la madre y por quién sabe quién más”.

“Yo ya me olvidé del pasado; ya aprendí a quererme y a desprenderme de lo que me hacía daño, y ahora soy más feliz; ya apreté el botón de borrado total, estoy viviendo otra vida, con otra mentalidad, con otra forma de ser, sin rencores, ya me olvidé; simplemente me reinicié y a partir de ahorita si ellos quieren, empezamos una nueva relación, sin problemas, con el cariño de antes, de siempre, sin rencores ni malas vibras, ni absolutamente nada más que el cariño de padre e hijo, y se acabó”.

“Sólo les quiero decir que las puertas de mi casa están abiertas para ellos, y que si quieren un diálogo o una relación con su padre, que vengan y que hablen conmigo, nos damos un abrazo y nos olvidamos de todo este asunto”, finalizó.