Erick Farjeat vende en la calle caretas y sanitizantes para mantener a su hija

Sin duda, la pandemia por el Covid-19 ha traído una seria crisis económica y dejado sin trabajo a millones de personas, quienes han tenido que buscar ingresos de otra manera, fuera de su área laboral. Tal es el caso de Erick Farjeat, de 44 años, quien nos compartió que en menos de mes y medio se le acabaron sus ahorros, y para poder mantener a su hija Metztli, de 9, y comprarle sus medicamentos tuvo que salir a vender equipo médico a la calle, pues recordemos que tristemente la hija que tuvo con Sabrina Sabrok, de 44, nació con sordera y autismo. Esto nos dijo Erick:

“Se puso todo terrible, pues desde finales de marzo comenzaron a suspender las luchas que tenía programadas para los fines de semana; también las tocadas con mi banda de rock se suspendieron y mi estudio de tatuajes lo tuve que cerrar, ya que empezó el desabasto de material quirúrgico, el cual ocupo para trabajar”.

“Así es, también estaba por comenzar la producción de un reality en agosto, pero ahora se recorrió la producción hasta enero del año entrante. Todo mi trabajo se me cayó, y estaba desesperado, pues además de que tenía que comprar comida para esta cuarentena, tengo que comprar los medicamentos de mi hija, y con lo que tenía guardado, ¡no me alcanzó ni para mes y medio!”

“Se llama risperidona y le sirve para controlar sus emociones, si no la toma, le dan crisis de ansiedad, se pone a llorar y no puede dormir; también necesita otro para proteger su flora intestinal y alimento especial sin gluten, ya que el autismo también es generado por una bacteria”.

“Al mes gasto cerca de 3 mil pesos en medicinas para Metztli; ella depende de sus medicamentos, y ante la falta de trabajo, me asocié con mi hermano para vender materiales de hospital”.

“Afortunadamente sí, pues todo lo damos a un precio accesible. Mi hermano y yo compramos los productos directamente con fabricantes y tenemos artículos para público en general y algunos otros exclusivamente para personal médico”.

“En mi auto, abro mi cajuela y ahí la gente llega a comprar. En redes sociales también me hacen pedidos y yo mismo se los voy a entregar a domicilio, a cualquier punto de la ciudad; además me paro afuera de hospitales y supermercados”.

“Mucha gente me pregunta que si no me da pena, pero yo le respondo que me daría más pena no tener dinero para comprarle de comer a mi niña, y aún más pena me daría andar pidiendo dinero”.

“Deposita cuando quiere, pues el último abono que hizo fue hace dos meses. Además, el dinero que deposita se queda en una cuenta que estoy dejando para que el día que yo falte, mi hija pueda tener ahí algo guardado para seguir viviendo. Entonces no lo toco para nada”.

“Así es, sin embargo, la cantidad que Sabrina deposita es muy poca, pues no cubre ni la mitad de los gastos mensuales de mi niña”.

“Estuve a punto, pero preferí dedicarme a vender estos productos, y aunque no gano mucho, al menos sacamos para la comida y medicinas”.

“Cada que salgo lo hago con miedo, pero como dicen por ahí: ‘Si no morimos de Covid-19, estamos expuestos a morirnos de hambre’, sin embargo, yo extremo mucho mis cuidados cada que salgo a vender, y cuando regreso a mi casa me baño y me desinfecto para no traerle algo a la nena. No quiero ni imaginarme qué sucedería si algo me pasa, obvio le llevaría mi hija a mis hermanos para que la cuidaran en lo que me recupero”, concluyó.