Sergio Corona no le tiene miedo a la muerte: “donde suceda, está bien”
Archivo TVNotas | Festejó su décimo aniversario de éxitos de ‘Como dice el dicho’.
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El actor de 91 años, Sergio Corona, nos cuenta que no le tiene miedo a la muerte y esto esto es lo que piensa: “Donde suceda la muerte, está bien; acostado en una cama, en un hospital o en un escenario, ¡bienvenido!”, quiere que cuando esto suceda sus cenizas sean esparcidas en un jardín que lleva su nombre en Pachuca y que pongan un letrero que diga: ‘Prohibido mearse aquí’.
El actor, Sergio Corona, de 91, es de los últimos sobrevivientes de la llamada Época de Oro del cine mexicano, quien además este año festeja 70 de trayectoria y hoy día goza de gran popularidad por interpretar a ‘Don Tomás’ en Como dice el dicho. Platicamos con el primer actor, quien nos cuenta de su carrera, de la fama, de cómo ha logrado 55 años de feliz matrimonio y del legado que deja en el medio artístico.
-Don Sergio, ¿cómo fue su niñez?
“Mi infancia fue hermosa porque mis padres fueron geniales, ejemplares, maravillosos y muy cariñosos. Fuimos seis hermanos, tres hombres y tres mujeres; yo nací en Pachuca, Hidalgo, pero desde los 2 años, vivimos en una casa muy bonita en la calle que desemboca atrás del Palacio de Cortés, en Cuernavaca”.
-¿Qué tipo de alumno fue?
“En el kínder me divertí mucho; me metía a los pupitres y un día me caí, tenía 4 años, y me rompí una oreja, pero me divertía; además, cuando estaba como en tercero de primaria, me quitaba los zapatos en el recreo para correr y les ganaba a mis amigos”.
-¿Es verdad que terminó la primaria a los 15 años?
“Sí, perdí dos años escolares porque me dio una enfermedad que se llama fiebre de Malta, a los 15 años cursaba sexto grado y me daba pena estar con niños menores que yo”.
-¿Cómo fue su paso por la secundaria?
“En secundaria, me metía al salón de baile para escuchar a las orquestas de Luis Alcaraz e Ismael Díaz; me sentaba cerca de las orquestas y ahí aprendí a tocar las maracas y comencé a ver cómo era el swing”.
-¿En qué momento supo que quería dedicarse al mundo artístico?
“Una noche llegué con mi papá, lo desperté y le dije: ‘No te voy a traer calificaciones porque hace cuatro meses que no voy a la escuela’. Y mi padre no me regañó ni se enojó, me dijo: ‘¿Qué quieres ser? ¿Músico o bailarín?’, y así comenzó todo”.
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-¿Qué sucedió después?
“Fui bailarín en Bellas Artes muchos años; estudié baile clásico. Mi primer trabajo fue en el Teatro Río, trabajé dos meses y medio, me ofrecieron 16 pesos diarios, ¡era un sueldazo!, pero nunca los cobré porque había poco público y me pagaron 4 pesos diarios, y con eso era suficiente”.
-¿Continuó como bailarín mucho tiempo?
“Sí, después fui parte del Ballet Chapultepec, en 1950; ahí trabajé con los papás de Plácido Domingo. Trabajamos por primera vez en el Teatro Follies Bergere, donde el artista principal era Palillo; después vinieron Tin Tan y otros cómicos. Luego me fui a Cuba un año y regresé por la muerte de mi padre; y empecé a trabajar con un grupo de bailarines en el Teatro Lírico”.
-¿Cuándo entró a la televisión?
“En 1958; hice mucho teatro y televisión, visité muchos países con muchos artistas muy famosos; he sido muy afortunado”.
-Son muchos años de trayectoria...
“Afortunadamente, sí; he hecho muchas obras de teatro, telenovelas y programas de televisión que han tenido mucha aceptación, como las confesiones con ‘Chabelita’, y actualmente Como dice el dicho, que empezamos el décimo año y hay que disfrutarlo”.
-Cuando llegó la fama, ¿perdió el piso?
“No sé en qué momento llegó, pero cuando inicié con el Ballet Chapultepec salió una nota del periodista Enrique Lozano, destacando mi trabajo, te sorprende que de pronto te empiezan a dar a conocer y a reconocer, tu vanidad va creciendo, pero nunca perdí el piso, gracias a Dios”.
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-¿Durante su trayectoria ha tenido algún vicio?
“No, nunca he probado la droga; me ofrecieron en algunas ocasiones, más cuando tenía entre 25 y 40 años, pero no, el ejemplo de mi familia ha sido el tenor”.
-¿Qué significa para usted Como dice el dicho?
“Es un éxito, una fortuna estar trabajando en este programa que ha tenido mucha aceptación; la cafetería El Dicho es como un punto turístico, vienen de diferentes países a conocerla, se enteran cuándo abre y vienen a saludarnos, a retratarse”.
-A sus 91 años, ¿cómo se siente?
“Pues me siento con 91 años (ríe), no sé, pero me siento bien, me siento normal, creo que mientras yo pueda escribir o hablar, todo bien”.
-Además lleva 55 años de matrimonio, ¿cómo han sido?
“Afortunadamente, nunca he faltado a mi casa; me casé a los 36, ya bastante aplaudido, y tengo 55 años de casado; no todo ha sido felicidad, hemos tenido problemas, pero sabemos que entre los dos tenemos que solucionarlos, por eso somos pareja y hemos disfrutado de muchas cosas”.
-¿Cuál es el legado que deja en la actuación?
“Qué te puedo decir, me he portado bien, no he probado drogas, no he sido grosero con mis compañeros y he sido muy agradecido”.
-¿Qué siente al ser de los pocos sobrevivientes de la Época de Oro del cine mexicano?
“Pues yo fui de la Época de Oro, pero para mí sólo son épocas distintas, porque actualmente he visto cosas hermosas, con actores muy buenos como Salma Hayek, Gael García, Diego Luna, y cantantes extraordinarios; antes no había tantos artistas tan buenos, entonces sólo son épocas distintas”.
-¿Ha pensado en el retiro?
“¡N’hombre!”
-¿Le gustaría morir sobre un escenario?
“Sé que me tengo que morir, pero no he decidido el lugar. No, en la vida yo trato de ser objetivo, entonces donde suceda y como sea... ¡bienvenido!, porque es natural y tiene que pasar”.
-Entonces, ¿habrá Sergio Corona para rato?
“Pues sí, afortunadamente ése es mi criterio, hay Sergio Corona para rato y aún me defiendo, con eso objetivamente creo que puedo, y como venga. Quiero decirte, para rematar, que como nací en Pachuca, allá están haciendo mi figura en cera y ahí hay un jardín que, cuando cumplí 50 años de carrera, le pusieron mi nombre; el jardín está al lado del Teatro de Pachuca y ya les dije que cuando muera, si me incineran, que la mitad de mis cenizas la esparzan donde quieran y la otra ahí, y que pongan un letrero para los perros: ‘Prohibido mearse aquí’; el humor, el humor”, finalizó.
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